EL CAMINO TRINO A NUESTRA MORADA, SEGUNDA PARTE

La trayectoria adentro, cuando se disocia de las demás, con facilidad se degenera y resulta en un ejercicio narcisista y egocéntrico. Si miramos atrás aproximadamente un siglo, era precisamente este tipo de bifurcación la que preocupaba a los escritores del Movimiento Litúrgico (6) — el cual comenzó en el interior de monasterios europeos y se volcó afuera a las calles de los Estados Unidos en acción socialy que, en el transcurso del siglo XX, vigorizó y transformó a la Iglesia en la tierra. Lo que preocupaba a los escritores del Movimiento era precisamente la inclinación general de los laicos de aquel tiempo hacia una devoción interior que se encontraba divorciada de la liturgia eucarística y de la acción social en momentos cuando la Revolución Industrial estaba dejando a tantas personas expuestas a explotación, a la inequidad y a la pobreza. (7) Dentro de la institución de la Iglesia también, la práctica predominante de una piedad orientada hacia el interior, la cual privilegiaba la trayectoria adentro a costo de la trayectoria juntos en culto eucarístico y la trayectoria afuera en acción social, había debilitado la conciencia general del vínculo que existe entre cristiano individual y cuerpo corporativo, impidiendo así a ambos de emprender de lleno la misión de encarnar a Jesús a y para el mundo. Era una perversión del cristianismo. 

Según Santa Catalina de Siena quiso dejar claro siglos atrás, cualquier disciplina espiritual interior que permanezca congelada adentro no puede implicar un encuentro real con el Dios vivo, quien inevitablemente impulsa el alma hacia afuera a vivir kenóticamente el amor de Dios por el mundo de forma más visible, según el alma empieza a reflejar la imagen de Dios con mayor claridad y transparencia. (8)

Las corrientes cambian, por supuesto. Ya no vivimos en un tiempo o un contexto eclesial en el cual se privilegie la trayectoria interior sobre las otras. De hecho, en años recientes he escuchado que se devalúa y se disocia en algunos contextos anglicanos, especialmente en relación con la liturgia.

Un ejemplo: Tuve la oportunidad de viajar al Reino Unido en el verano del 2017 para un curso sobre La Liturgia y La Espiritualidad, y en ese contexto escuché no solamente a uno, sino a dos académicos anglicanos muy reflexivos presentar a la oración contemplativa (hacia adentro) como algo que se opone al culto corporativo (juntos). “La contemplación se centra en el individuo,” dijeron ambos. Uno de ellos añadió que “la contemplación quizás resulta un poco ego-ísta.” “En cambio la liturgia involucra a todo el cuerpo corporativo” — implicando claramente que la liturgia es más generosa de espíritu. Ergo, la contemplación y la liturgia están opuestas. Es de destacar que sólo la contemplación y el culto litúrgico (las dimensiones interna y conjunta) se vieron dicotomizadas y yuxtapuestas: los oradores no vieron necesidad alguna de divorciar la liturgia (juntos) de la acción social (afuera), sino que más bien afirmaron esa relación.

Es de destacar también que ambos académicos basaron su análisis en la premisa de que “el objetivo singular de la contemplación es la santificación personal” — como si la contemplación no tocase ningún ámbito excepto el individual. Pero el objetivo de la contemplación no es la santificación personal: es la unión con Dios — unión con un Dios que es intrínsecamente relacional y que se vuelca fuera de sí constantemente. La trayectoria hacia adentro, si es real, ciertamente toca de manera profunda el alma particular, pero nunca permanece únicamente individual. (9) Emprender el Camino a nuestra morada en Dios inevitablemente resulta en un trascender del yo individual a través de un desborde voluntario de amor, a la imagen de Jesús y del Padre (Juan 14:9). Según observó un catedrático de la liturgia hace más de un siglo,

… difícilmente se puede permitir contraponer la vida espiritual del individuo… y la vida espiritual de la liturgia…. No son mutuamente contradictorias; ambas deben combinarse en cooperación activa…. Sólo un sistema de vida y de pensamiento que sea verdaderamente Católico — es decir, actual y universal — es capaz de ser adoptado universalmente. Sin embargo hay… un elemento de sacrificio involucrado en esta adopción. Cada uno se ve comprometido con esforzarse dentro de sí mismo y a elevarse más allá de sí mismo. Pero, al hacerlo, no se ve ahogado ni perdido en la mayoría. Al contrario, se vuelve más independiente, rico y versátil.

Ambos métodos de oración [individual y corporativo] deben cooperar. Existen a la par, juntos, en una relación vital y recíproca. Cada uno deriva su luz y fecundidad del otro. (10)

En efecto, cuando la trayectoria juntos se ve divorciada de su conexión con la devoción interior de los feligreses — es decir, de la experiencia vivida de la relación de cada persona con Dios, nutrida y perfeccionada mediante la trayectoria adentro — entonces la trayectoria juntos puede resultar poco más que un ritual vacío. Aunque por supuesto es difícil saber qué sucede en los corazones y en las mentes de nuestros hermanos feligreses, algunos encuentros que he tenido en años recientes me han hecho preguntarme si el culto-como-ritual-vacío no es nada raro entre nosotros. Déjenme dar dos ejemplos. 

Pocos meses después de volver a los Estados Unidos del curso sobre Liturgia y Espiritualidad, tuve la oportunidad de escuchar un sermón en el que la “interioridad” fue presentada como “la manifestación burguesa de una piedad Romántica del siglo XIX.” El pastor erudito muy bien puede haber tenido en mente los contextos eclesiales y culturales que dieron pie al Movimiento Litúrgico. Pero, ya para el 2017, nuestra propia situación era bastante diferente.

El sermón llegó poco después de varios comentarios que habían surgido sobre la aparente ausencia de compromiso interior de la congregación durante la liturgia, lo cual se manifestaba de forma audible en oraciones y súplicas recitadas monótona y mecánicamente. Como respuesta, el pastor reconoció en su sermón que los líderes litúrgicos y los feligreses deben orar durante el culto litúrgico, y entonces dio instrucciones de cómo orar litúrgicamente: Nuestro enfoque debe dirigirse hacia afuera y no hacia ninguna dimensión interior. “Después de todo, nuestra teología encarnacional nos lleva a ubicar a Dios allá afuera, en la comunidad y en la Creación.” Ubicar a Dios dentro de uno mismo, dijo, es ajeno al culto litúrgico porque coloca un enfoque equivocado en la relación del individuo con Dios, en vez de en la dimensión comunitaria.

El mensaje tiene mérito, pero disocia la parte del todo — enajena al miembro individual del Cuerpo colectivo. La oración litúrgica tanto abarca como trasciende cada alma particular que participa en ella. (11) Y resulta que la cuestión de dónde “ubicamos” a Dios en el culto de adoración revela la integridad y la unidad-del-ser a la que somos llamados. 

Somos cristianos, y nuestra teología encarnacional efectivamente nos lleva a percibir la huella de Dios en cada criatura y en cada cosa creada — pero no llega tan lejos como para mantener que todo en el orden creado es Dios. No somos panteístas. Cuando nos dirigimos y metafóricamente “ubicamos” a Dios en el culto de adoración, las revelaciones particulares de Dios que hemos recibido como cristianos tienen que guiar nuestra orientación. En el curso de una Misa nos dirigimos en distintos momentos a: 1) Dios trascendente y Todopoderoso, quien, me atrevería a adivinar, la mayoría “ubicamos” afuera; 2) Dios profundamente inmanente, que mora dentro de nosotros (Juan 15:4a),  y/o  3) el fluir dinámico de Amor al cual llamamos el Espíritu Santo. Afuera y adentro, en una relación de amor profunda y fluida — no estática ni bifurcada. Como siempre, la Santísima Trinidad apunta el camino. (12)

El otro incidente ocurrió en otro contexto comunitario, cuando un miembro de la parroquia — un hombre inteligente, reflexivo, estudiado, quien participa en el culto litúrgico regularmente y se mantiene activo en los ministerios parroquiales de alcance a los pobres — sugirió que nos reuniéramos para tomar un café. Cuando lo hicimos, me dijo que había oído por ahí que me había matriculado en escuela de divinidad, y se preguntaba si me sentía llamada al sacerdocio. “No,” le respondí. “Estoy ahí para estudiar liturgia.” “¡¿Liturgia?!,” exclamó, visiblemente desconcertado. “¿Qué hay que estudiar? ¿No es tan sólo un ritual?

Esta anécdota ilumina otra dimensión de la bifurcación entre la trayectoria adentro y el culto corporativo juntos: la noción de que lo que “pasa” en la liturgia eucarística es algo completamente externo a las personas que se encuentran reunidas — como si adorar a Dios ocurriera meramente porque nos presentamos físicamente en un lugar y llevamos a cabo algunos gestos externos.  

En conjunto, las tres anécdotas hacen surgir la pregunta de si en nuestros días los anglicanos sufrimos de por lo menos una tendencia disociativa. Después de todo, los tres incidentes tienden en la misma dirección: apuntan a una trayectoria juntos que se ve bifurcada de la trayectoria adentro y de la vida interior de los feligreses. Y así segmentamos y disminuimos la profundidad de nuestro respuesta amorosa a Dios y creamos barreras inconscientes a la integridad y la unidad. 

A su vez, cuando la trayectoria juntos se ve disociada de la trayectoria afuera, da pie a una dinámica narcisista a nivel corporativo: la Iglesia como cuerpo se vuelve autorreferencial, sirviendo y existiendo sólo para sí misma. En un discurso en el año 2013 ante el cónclave que lo elegiría al papado sólo días después, el Cardenal Jorge Mario Bergoglio diagnosticó este problema en su propio entorno: 

… Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar, deviene autorreferencial y entonces se enferma. … Los males que, a lo largo del tiempo, se dan en las instituciones eclesiales tienen raíz de autorreferencialidad, una suerte de narcisismo teológico. (13)

Este narcisismo teológico no es malestar que predomina en los entornos anglicanos que he conocido. Queda claro, sin embargo, que los anglicanos hemos sufrido de este mal en el pasado (14) y que seríamos sabios si mantuviéramos estas tendencias históricas en mente, ya que inevitablemente los péndulos oscilan y las corrientes dinámicas cambian.


6. Lo que se conoce como “el Movimiento Litúrgico”’ fue de hecho una serie de movimientos entrelazados en los siglos XIX y XX cuya característica unificadora era el sentido que compartían de la centralidad del culto eucarístico en la vida cristiana y de la importancia de la participación plena y activa de los laicos en él. El Movimiento comenzó en la Iglesia Católica y se extendió mucho más allá de ella, incluyendo a la Comunión Anglicana. Jugó un papel importante en el desarrollo de las relaciones ecuménicas, de organizaciones religiosas orientadas a la acción social, del Consejo Vaticano Segundo y del Libro de Oración Común de 1979 de la Iglesia Episcopal en los Estados Unidos.

7. Pecklers, K.F. (1998). The Unread Vision (pp. 19-26, 81-149). The Liturgical Press.

8. Catherine of Siena. (1980). The Dialogue. Paulist Press. Ver también John of the Cross (1991), The Collected Works of St. John of the Cross. Institute of Carmelite Studies/ICS Publications.

9. Ibid.

10. Guardini, R. (1915), The Spirit of the Liturgy (pp. 25-26). Aeterna Press. Traducción mía.

11. Ibid. Ver también Underhill, E. (2000). The Principles of Corporate Worship. In D. W. Vogel (Ed.), Primary Sources of Liturgical Theology (pp. 48–50). The Liturgical Press.

12. Después tuve la oportunidad de hablar en privado con el sacerdote, quien muy gentilmente estuvo de acuerdo.

13.Winfield, N. (2017, 17 de marzo). Trasciende el discurso que le dio a Francisco el papado. AP News. https://apnews.com/article/bcbf784b672542eeafecc9fb063891de

14.Ver, e.g., Dearmer, P. (1894). The Social Work of the Undivided Church. In A. Reid (Ed.), The New Party Described by Some of its Members. Hodder Brothers. See also Dearmer, P. (1910). The Church and Social Questions. A.R. Mowbray & Co.

Silvia Gosnell

Silvia Gosnell lives in Rome and in Cambridge, Massachusetts, where she works as a clinical psychologist with Spanish- and English-speaking adults. A recovering lawyer and lifelong liturgy student, she is a consecrated widow and a deacon-in-formation in the Episcopal Church.

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