VIVIR COMO CAÍDOS DEL CIELO
Como Caído del Cielo es una película de la plataforma Netflix que le rinde homenaje al cantante y actor Mexicano Pedro Infante. La comedia romántica cuenta la historia de Pedro Guadalupe Ramos (Omar Chaparro), un imitador del Rey de las Rancheras. En la cinta, Pedro Infante lleva más de sesenta años en el limbo por sus pecados y amoríos, y aun no ha llegado al cielo. Don Pedro les suplica a los guardias que le ayuden a entrar al paraíso. Los guardias del limbo le dan una oportunidad a Don Pedro para ganarse la entrada al cielo, y lo envían de regreso a la tierra en el cuerpo de su imitador, quien estaba en coma y a punto de morir. Acceder al paraíso no le será fácil a Pedro Infante pues el matrimonio de Pedro Guadalupe y su esposa Raquel (Ana Claudia Talancón) estaba por acabarse por las infidelidades del imitador. Viviendo en el cuerpo de Pedro Guadalupe, Don Pedro se enamora de Raquel y se convierte en un hombre nuevo. Esta transformación es inspiradora y jocosa. El nuevo propósito de Don Pedro es vivir una vida recta y salvar el matrimonio de Pedro Guadalupe. Para cumplir esto, él debe evitar todo tipo de tentación que le impida llegar al cielo. Don Pedro debe aprender a rechazar las tentaciones que se presenten en su camino.
Como Caído del Cielo recopila una banda sonora con amplia variedad de canciones de Pedro Infante; temas como "Amorcito corazón", "Cien años", y "Bésame Mucho." La cinta y la banda sonora trazan una teología en la que el propósito de nuestras vidas es amar completa y verdaderamente. La teología de la cinta representa a la tentación como todo aquello que nos separa de nuestro propósito e intenta separarnos de Dios. Al caer en la tentación, Pedro Infante y su imitador olvidan el objetivo primordial de sus vidas: el amor de lo bueno.
Igual nos pasa a cada uno de nosotros. En nuestras vidas, la "experiencia suprema de amor" es sabernos amados por Dios. Dios nos llama sus amados. Animados por este gran amor, podemos encaminarnos a vivir como Diosito desea que vivamos. Papa Dios nos ayuda en este caminar. Él nos llena de fuerza y vida para que vivamos cada día llenos de esperanza, de fe y de amor. Pero surgen en nuestro caminar momentos de inducción al mal: objetos, personas o dinámicas que falsamente nos prometen felicidad, poder, prestigio y triunfo. La encrucijada para cada uno de nosotros es aferrarnos a Dios en los momentos en que el culto al cuerpo, al dinero, a la diversión, y al ego nos hacen olvidar el verdadero propósito de nuestras vidas: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.
Las tentaciones retan las partes más vulnerables de nuestras vidas. Las tentaciones suelen retarnos en donde estamos mas necesitados o carentes en nuestras vidas afectivas, físicas, psicológicas, y sexuales. Este reto nos enseña algo de nosotros mismos: aprendemos dónde están nuestras debilidades y fragilidades. Si nos fijamos bien, aprendemos cómo reforzar los aspectos de nuestras vidas en que estamos débiles. En la bondad de Jesús y la misericordia infinita del Padre encontramos la fuerza que nos defiende y la gracia que nos sana y nos perdona si caemos en la tentación. En sí, las tentaciones no son ni buenas ni malas. Son oportunidades que nos ponen en situación de definirnos y afirmar nuestro propósito. La gran mayoría de tentaciones se presentan camufladas y parecen ayudarnos a alcanzar nuestro propósito. Para poder distinguir y vencer estas tentaciones tenemos que seguir el ejemplo de Jesús: ayuno y oración. La oración nos da la oportunidad de fortalecernos contra las tentaciones al mantenernos fieles frente a estas mentiras seductoras. En nuestras vidas, la práctica de los sacramentos y obras de caridad también nos ayudan a vivir una vida espiritual comprometida con Dios y con el propósito de nuestras vidas.
Cuando olvidamos nuestro propósito, vivimos como caídos del cielo. Vivimos intoxicados con falsa alegría y con la mentira que podemos ser felices sin Dios. Estas tentaciones son ilusiones que nos llevan a una vida sin gozo. Solo la certeza que Dios es Nuestro Padre y que somos sus amados nos puede ayudar a rechazar la tentación. Someternos a Dios es dar prioridad al amor verdadero. En momentos de tentación, necesitamos recordar para qué nos puso Diosito aquí en la tierra. Esos momentos en que actuamos teniendo en cuenta el infinito amor de Dios por nosotros son momentos de amor verdadero. Nos enfrentamos a nuestras tentaciones y nuestros pecados sabiendo que Diosito nos quiere liberar de todo aquello que nos impide responderle a su amor. Nuestra respuesta al amor de Dios es la decisión de ser fieles y de rechazar todo tipo de gratificación que nos haga vivir como caídos del cielo. Rechazar la tentación es decidir vivir nuestra vida de otra manera; vivir a la manera de Jesús. Ser discípulo de Jesús se trata de amar con su amor. Es decirle no a todo tipo de cosa que nos intente separar de Jesús. El amor de Jesús nos ayuda a dar pasos hacia el propósito de nuestras vidas. El amor de Jesús nos ayuda a tener claros los objetivos de nuestra vida.
El amor nos da claridad sobre nuestro propósito. Al final de la película, Pedro Infante, el caído del cielo, se propone firmemente amar a su "amorcito corazón." Esto le abre las puertas del cielo. En camino al cielo, Don Pedro le canta a Raquel que la espera en el cielo para amarla por toda la eternidad. El amor de Raquel le enseño a Don Pedro a recordar su propósito y a rechazar las tentaciones que lo apartan del amor real e infinito. De igual forma, nosotros estamos llamados a recurrir al verdadero amor de Dios y de los demás para contrarrestar la fuerza del mal que pretende que vivamos como caídos del cielo. Dios tiene otros propósitos para nuestras vidas. El amor de Dios nos permite empezar a vivir el cielo aquí en la tierra.