Earth and Altar

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OH, DIOS DE TIERRA Y ALTAR

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Un ensayo de invitación de parte de nuestro redactor-jefe.

Traducido por Toni Álvarez

Tengo que confesar que “Tierra & Altar” no era mi primera opción para el nombre de esta publicación. No estaba exactamente opuesto, pero no me daba energía. Hice fuerte campaña por otro nombre, y, aunque mi aceptación no fue de mala gana, ante todo me rendí más por el espíritu de cooperación y compromiso. Quizás no conocía bien a este himno. Tal vez la oposición no me parecía adecuada ¿por qué Dios de tierra y altar en vez de lo más lógico: cielo y tierra? 

Sin embargo, cuanto más me he sentado con nuestro título acordado, más me he dado cuenta de lo bien que se adapta a nuestro proyecto. Debería haberme superado y darme cuenta de que G.K. Chesterton verdaderamente sabía mejor que yo en esto: Tierra y altar de hecho son una mejor pareja para representar la totalidad de la existencia y esperanza cristiana que cualquier cosa que yo podría haber propuesto. El corazón del cristianismo involucra el reconocimiento de la bondad del mundo que nos rodea y la señoría total de Dios sobre ese mundo; al mismo tiempo, debemos reconocer el pecado y el desorden del mundo como lo es ahora y esperar en la recreación de todas las cosas que serán los nuevos cielos y la nueva tierra. Sin embargo, esta nueva creación no es solo una esperanza futura–entra en nuestro mundo cada vez que el cristo resucitado viene entre nosotros en la eucaristía. El emparejamiento “tierra y altar” de hecho nos ofrece la mejor explicación de la arena de las grandes y graciosas interacciones de Dios con nosotros y de nuestra respuesta propiamente agradecida a Dios. 

Tierra & Altar como título–y especialmente la ‘y’–también ofrece ciertas ventajas prácticas. Durante la última década más o menos, ha habido un grupo de cristianos en constante crecimiento y cada vez más vocal que rechaza la idea que la enseñanza cristiana tradicional y un programa progresivo social, político y económico sean mutualmente opuestos y exclusivos. Este grupo “inclusivo y ortodoxo” quiere afirmar las ideas sobre el cosmos descubiertas por la biología, la química y la física contemporánea sin deshacerse de las creencias robustas en los aspectos más “supernaturales” de la fe cristiana histórica como los milagros, los ángeles y los demonios, el nacimiento virginal o la resurrección del cuerpo. Dichos cristianos no ven ninguna razón por la cual abrazar el contenido de los símbolos y (no sin crítica) comprometerse con las tradiciones de la iglesia debería obstaculizar el acceso total de las mujeres y las personas LGBT+ a la vida sacramental y liderazgo de la iglesia. Por lo tanto, posiciones “tradicionales” o “conservadoras” teológicas son no solo compatibles con políticas “progresivas” como la justicia racial y la igualdad económica, sino que, para muchos, tales posiciones sociales, económicas y políticas en realidad fluyen de estos compromisos teológicos. 

Sin embargo, lo adecuado del nombre Tierra & Altar va más allá del uso astuto del ampersand. El emparejamiento de tierra y altar no ofrece una indicación obvia o inmediata del corazón de la fe y esperanza cristiana. Y, sin embargo, si se sienta Ud. con el título el tiempo suficiente, como lo hice yo, creo que también lo encontrará apropiado para expresar el núcleo de la fe cristiana histórica. De manera similar, para muchos su reacción inicial a la ortodoxia inclusiva es de sorpresa o incredulidad, debido en gran parte al falso dilema descrito previamente que ha sido la ortodoxia recibida durante el siglo pasado más o menos. Aquí también, creo que muchos descubrirán que, si se permiten sentar en la postura de la fe ortodoxa e inclusiva, al menos podrán apreciarla como algo viable y coherente, aunque no lo puedan abrazar plenamente por sí mismos. 

De muchas maneras, Tierra & Altar surgió del hecho de que muchas personas, cuando de primero descubren el punto de vista inclusivo y ortodoxo, no se han dejado sentar con el. En vez, dejan que la sorpresa se convierta en despido y burla. Sin duda algo de este despido ocurre porque hay poco espacio en la imaginación pública cristiana para la ortodoxia inclusiva. A pesar de que esta postura de fe sea bastante común entre los teólogos académicos, casi ninguna literatura popular o medio de comunicación en el mundo cristiano promueve de manera consistente una posición inclusiva y ortodoxa (por lo menos de la manera que hemos entendido ambas palabras). Ciertamente hay publicaciones cristianas populares que adoptan posiciones progresivas políticas, sociales y económicas, pero suelen ignorar o ser hostiles al contenido de los símbolos. De manera similar, hay bastantes publicaciones que presuponen la defensa de la ortodoxia histórica, pero frecuentemente lo hacen forzando tal creencia a conformarse a un conservatismo político o económico estrecho, y a veces a un conservatismo dispuesto a abrazar o excusar la supremacía blanca, la xenofobia y la homofobia. Es muy comprensible que las personas tengan dificultad en aceptar la postura ortodoxa y inclusiva como viable y seria cuando no hay un espacio público verdadero para la conversación seria acerca de ello.  

También es difícil de no ver al menos un poco del despido y burla como no relacionado con la demografía de los proponentes de la ortodoxia inclusiva. Por lo menos en La Iglesia Episcopal (mi referente principal para esta conversación), una abrumadora mayoría de la vanguardia de la ortodoxia y la inclusión son de la Generación X, la Generación Y y la Generación Z más jóvenes–un grupo bastante joven por los estándares de la Iglesia Episcopal. Aunque quizás no la mayoría de este movimiento, las mujeres, las personas de color y los de la comunidad LGBT+ también representan un número significativo y visible de los que se identifican come ortodoxos y inclusivos. Por lo tanto, es difícil para aquellos de nosotros que hemos experimentado el rechazo de nuestros puntos de vista ortodoxos e inclusivos de no escuchar estas actitudes de alguna manera conectadas con el estado marginal de los jóvenes, las personas de color, las mujeres y las personas LGBT+ que se experimentan con demasiada frecuencia en la Iglesia–especialmente para los muchos defensores de la ortodoxia inclusiva que habitan en las intersecciones de estas identidades marginales.       

A medida que esta comunidad creciente de la ortodoxia inclusiva, surgiendo principalmente de las relaciones desarrolladas en las redes sociales, empezó a formarse, también surgió un sentido común de frustración ante la percepción de esta actitud despectiva. El canalizar esta frustración en una postura de agresión defensiva se sentía justificada, y había una tentación fuerte para adoptar una retórica amarga y mezquina. Finalmente, y creo que, de manera mucho mas saludable, se tomó la decisión para tratar de transformar esta frustración en algo positivo para la vida de la iglesia. El fruto de esta decisión fue Tierra & Altar. En vez de quejarnos de no tener un lugar en el discurso popular de la iglesia para explorar y explicar la ortodoxia hemos creado uno. El compromiso de hacer de este espacio un lugar que se esfuerza especialmente en promover las voces de las personas históricamente marginalizadas debido a la raza, el género, el origen étnico, la edad, la orientación sexual, la identidad de género, la habilidad o la geografía surgió de nuestro deseo de no reforzar las estructuras que condujeron a nuestra frustración inicial. Sin embargo, más que esto, creo que casi todos los que ayudaron a poner en marcha a Tierra & Altar dirían que su compromiso en dar una plataforma para aquellos que suelen ser pasados por alto por la iglesia fluye de nuestro compromiso con la ortodoxia inclusiva. Todos los involucrados en la creación de Tierra & Altar tienen sus preferencias litúrgicas y estéticas, pero tratar de limitar la expresión de la ortodoxia inclusiva a estas preferencias socava lo que es realmente la ortodoxia inclusiva. Nuestro abrazo fuerte del contenido de los credos y las tradiciones de la iglesia en realidad apunta a la labor cósmica de restauración de Dios, lo que significa que difícilmente podemos limitarlo a manifestaciones culturales, temporales, filosóficas o geográficas particulares. 

Para mí, y para casi todas las personas con las que me he comprometido que se identifican con la ortodoxia inclusiva, este compromiso no es mera o principalmente sobre la preservación de la iglesia institucional o la promoción de la tradición o doctrina abstracta. Al contrario, sentimos una tremenda energía generada por experiencias reales de Dios que es en verdad soberano sobre el universo y por ser radicalmente transformados porque Dios en verdad se hizo ser humano, vivió entre nosotros, murió y fue levantado de entre los muertos. La iglesia institucional es buena, pero solo en la medida que invita a otros a tener tales encuentros transformativos. Creencias y practicas correctas solo son de ayuda en la medida que permiten que las personas crezcan en el conocimiento, el amor y la semejanza del Dios que encontramos a través de Cristo. La promoción de las posiciones sociales, políticas y económicas progresivas dentro y fuera de la iglesia vale poco sino se hace también para dar a las personas la posibilidad de la plenitud de liberación que surge de la relación correcta con Dios y el prójimo. Hablando de mí mismo, quiero promover la ortodoxia inclusiva porque, por medio de ella, he experimentado la gracia y el perdón de Dios, la salvación del pecado y de la muerte y el crecimiento en santidad, pero no es mi lugar decir que esto es imposible en otros lugares. Es mi intención solo de hablar de lo que visto y oído. Y todo esto apunta al hecho que incluso el propósito declarado de crear un espacio para discutir y promover la ortodoxia inclusiva solo importa si ayuda para hacer más espacio para que las personas tengan encuentros de liberación, perdón, curación y santificación con Jesucristo. 

Hay una frustración creciente en muchos rincones de la iglesia con la tibieza y timidez que parecen infectar tanto del protestantismo histórico, así como un creciente anhelo de avivamiento. Como señaló la consejera y amiga de Tierra & Altar Kara Slade hace algunas semanas, somos una de las publicaciones que han surgido recientemente, incluyendo The Hour, que promueven tanto la ortodoxia inclusiva y las voces jóvenes de la iglesia.  Un número increíble de jóvenes entusiastas por transformar la Iglesia están en las boletas electorales para la Convención General y en realidad están siendo elegidos. A la luz de esto, y en vista de las tendencias históricas se revela algo interesante acerca de esta frustración, anhelo y energía. El avivamiento metodista o evangélico ocurrió a principios del siglo XVIII. El Segundo Gran Avivamiento surgió casi cien años después. El Avivamiento de Azusa Street y el más grande avivamiento pentecostal empezó en 1906. A poco más de un siglo de este último gran derramamiento del Espíritu, parece que estamos a punto de que ocurra algo grande en la iglesia y el mundo. Y si miramos hacia atrás a ese primer avivamiento del siglo XVIII, vemos que no vino de los descendientes no conformistas puritanos de donde todos esperaban que viniera, sino de dos hermanos de la iglesia alta en la Iglesia de Inglaterra mundana, desatendida y espiritualmente apagada. No hay ninguna razón por no ver a La Iglesia Episcopal y la más amplia tradición del protestantismo histórico en una posición similar como terreno del cual surja nuestro próximo avivamiento, y Tierra & Altar espera sobre todo ser parte de ese trabajo.  

Entonces, sin más preámbulos, disfrute Tierra & Altar.